
Hoy elegí para presentar “Siete casas vacías”, un libro de cuentos de Samanta Schweblin publicado por la editorial Páginas de espuma en 2015 y ganador del premio internacional de narrativa breve Ribera del Duero.
La autora nació en 1978, en Buenos Aires y es para mí, junto con Mariana Enríquez, la mejor escritora argentina contemporánea.
En sus libros Samanta Schweblin demuestra que es especialista en trabajar con lo anormal y transformarlo en algo cotidiano. Particularmente sus cuentos serán recordados siempre por generar incomodidad al leerlos y por causar impresión al terminarlos. Nunca vamos a poder contar uno de estos cuentos y que el receptor comprenda empáticamente el por qué nos gustó. Los cuentos de “siete casas vacías”, pueden sintetizarse, sin exagerar, en una oración: una madre que, por una gran depresión no resuelta espía las casas ajenas; abuelos con una senilidad gigantesca se esconden desnudos con sus nietos en la misma condición y la madre de los niños enloquece buscándolos; un hombre que sistemáticamente va a buscar la ropa de su hijo fallecido al patio de su vecina; una señora mayor con un alzheimer galopante que espera la muerte que nunca llega pero en cambio le llega el olvido; una mujer que escapa de lo de su suegra con un destino falso; un hombre sin suerte que se amiga con una niña en una sala de espera y que da a posible pedofilia y por último, una mujer que sale de una situación en bata y luego de recorrer distintos escenarios para terminar volviendo exactamente al mismo punto de origen.
Nada de todo esto puede parecer extraordinario, sin embargo cuando se empiezan a leer tiene un estilo hipnótico que nos obliga a leerlos hasta el final y generan sensaciones, muy en lo profundo de la psiquis de los lectores y en su pasado o su futuro…
Aunque Samanta quiera establecer ciertas líneas de lectura, la relación que cada lector haga con sus cuentos es en extremo subjetiva, más que con muchos otros escritores. Cada relato nos hace jugar en el mundo de las sensaciones, por fuera de lo conceptual, generando una experiencia de lectura análoga a la que se puede experimentar leyendo los mejores cuentos de Kafka.
Es innegable que “Siete casas vacías” trabaja sobre enfermedades de salud mental y por eso nos obliga a reflexionar cómo y cuándo utilizamos la palabra “locura”. ¿Acaso es loco alguien que por una situación particular o una experiencia determinada actúa de una forma extraña o antisocial por un lapso de tiempo a lo largo de su vida? ¿Esa persona se volvió loca o simplemente se enfermó durante un tiempo preciso? ¿O quizás sencillamente fue su manera de sobrellevar algo muy doloroso? Ninguna de estas preguntas están resueltas en sus cuentos pero están planteadas.
Los cuentos son tan impresionantes que generan insomnio, aviso poco importante ya que la cuarentena hizo lo propio. ¡Disfrútenlos!
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