Reseña de “El hombre de arena” E.T.A. Hoffmann
- Batman de Comala
- 2 may 2020
- 3 Min. de lectura

Hoy elegí para presentar “Hombre de arena”, un cuento de E. T. A Hoffmann, perteneciente a la colección titulada “Cuentos nocturnos”, publicada en 1817.
Hoffman nació en 1776 en Prusia. Abogado, juez, pintor, cantante, músico (cambió su tercer nombre a “Amadeus” en homenaje a Mozart), fue admirado como literato por Beethoven. Icono de la generación de los primeros románticos del Sturm und drag y ejemplo para escritores como Poe, Lovecraft, Bradbury, entre otros.
“El hombre de arena” fue inspiración para que se hicieran operas, ballets, cortometrajes, películas e innumerables referencias. Está escrito en formato de epístola, algo común en la época (podemos encontrarlo también en Drácula de Stoker y Frankenstein de Mary Shelley); este estilo le da mayor verosimilitud al texto y envuelve inevitablemente al lector. Es un cuento largo, sumamente inquietante que mantiene la incertidumbre oscilando a lo largo del relato entre lo real y lo maravilloso. En términos de Todorov es un cuento fantástico ya que logra generar incierto, duda y vacilación al protagonista y al lector.
Según la leyenda, el hombre de arena “es un hombre malo que busca a los niños que no quieren irse a la cama y les arroja puñados de arena a los ojos hasta que estos están sangrientos y de desprenden de la cabeza. Entonces los echa en una bolsa que lleva a la luna para alimentar a sus hijitos, que lo esperan allá en el nido y que tienen picos corvos como las lechuzas, con los que devoran a picotazos los ojos de los niños desobedientes".
El cuento de Hoffmann está basado en este relato. Nataniel, el protagonista, identifica al hombre de arena con el abogado de su padre, el Sr. Coppelius quien va a atormentar al protagonista durante toda su vida generándole traumas graves en la infancia, alucinaciones y pesadillas en su juventud hasta llegar a la locura. Puede establecerse una relación entre el Señor Coppelius y el hombre de arena ya que este oscuro personaje manifiesta, durante todo el relato, un interés exagerado por los ojos humanos.
Clara, la prometida del protagonista, le encuentra una explicación racional a todo lo que sucede respecto a Coppelius. Ella representa la resolución realista de los problemas que le surgen a su marido, quien no logra convencerse, cumpliendo el rol opuesto, personificando lo místico y lo maravilloso.
La relación entre la pareja se deteriora. Una tarde, en el marco de una discusión, Nataniel le dice a Clara algo que resultará ser profético: “¡Tú, autómata inanimada y maldita!”. Después de la pelea decide volver a la ciudad a seguir con sus estudios. Allí sucede algo que a Freud lo va a maravillar: el protagonista le compra unos binoculares a Coppellius, quien en ese momento se hacía pasar por oculista bajo el nombre de Coppola, y los usa para espiar a la hija de su profesor Spallanzani. Nataniel se enamora de ella, desconociendo algo obvio para los demás: Olimpia era literalmente una autómata. Llamativamente, lo único humano que poseía la muñeca eran los ojos, proporcionados por Coppola a Spallanzani.
¡Se enamora perdidamente de un robot! Estamos ante una de las ideas que le permite a Freud explicar lo siniestro (aquello familiar, cercano que se vuelve agresivo, desconocido y extraño) en relación a los autómatas/muñecos. “Recordaremos que el niño, en sus primeros años de juego, no suele trazar un límite muy preciso entre las cosas vivientes y los objetos inanimados, y que gusta tratar a su muñeca como si fuera de carne y hueso.”(…) “Así, el factor infantil también aquí puede ser demostrado con facilidad, pero, cosa extraña: en el caso del arenero se trataba de la reanimación de una vieja angustia infantil; frente a la muñeca viviente, en cambio, ya no hablamos de angustia: el niño no sintió miedo ante la idea de ver viva a su muñeca, y quizá hasta lo haya deseado. De modo que en este caso la fuente del sentimiento de lo siniestro no se encontraría en una angustia infantil”
El Hombre de arena finaliza de forma trágica y sin resolver las incertidumbres que nos genera ya que las situaciones que sufre el protagonista se entretejen a través de hilos invisibles y macabros con elementos dispares y confusos, que no reciben explicación. Así el autor demuestra un gran talento para captar la atención del lector, manteniendo hasta el final la tensión entre lo racional y lo maravilloso.
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