
La investigación sobre el soneto me llevó casualmente a pensar en artistas que podríamos llamar ¿neo-neoclásicos?.
Hemos hablado en el post de “En rescate del Soneto” sobre autores consagrados del siglo XX, que han utilizado la forma clásica del soneto (hasta ese momento en desuso) con el objetivo de actualizarla y desarrollar su arte. Esta actitud recibe el nombre de neoclásicos. Se trata de un elemento característico de la narrativa y la poesía del siglo pasado.
En esta V edición de “Al rescate del Soneto” haré mención a tres objetos artísticos preponderantes en este siglo que hacen uso del Soneto. La primera de ellas la autora J.K Rowling, con su mega éxito Harry Potter, en el que hace alusión a algunos elementos de la realidades mágica que pueden ser hechizados por magia oscura para diversos fines. Un claro ejemplo de este recurso es el libro "maldito" que recibe el nombre de “Los Sonetos del hechicero”, que posibilita que el lector, una vez que lo lee, se comunique únicamente en cuartetos y tercetos de por vida -No me queda del todo claro si es algo bueno o malo-
En segundo lugar, Miguel Poveda, un cantante español que en 2015 saco un disco titulado “Sonetos y poemas para la libertad”, interpretado junto a Sabina y Ana Belén, y que ofrece poemas y sonetos de autores como Lope de Vega, Francisco de Quevedo, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Federico García Lorca, Rafael Alberti, José Antonio Muñoz Rojas, Ángel González, Luis Eduardo Aute, Pedro Guerra.
Tercero, y para mí más emblemático, el gran Pedro Mairal quien no solo escribió sus “Pornosonetos” (conjunto exótico de sonetos eróticos y pornográficos), sino también “El Gran Surubí”, una novela hecha exclusivamente de sonetos. Escrita en 2013, es un hibrido entre la narrativa y el soneto que no tiene comparación. Me atrevo a decir que no hay hasta la fecha otra novela compuesta de la misma manera; posee una cantidad de referencias literarias y cinematográficas deliciosas, que comprende desde Martín Fierro, a guiños vinculados a "Moby Dick", "El viejo y el mar" y "El gran pez".
"El Gran Surubí" se sitúa en una Argentina distópica, donde Buenos Aires estaba sometida al hambre y la pobreza, y los militares levantaban hombres para llevarlos al Paraná a pescar en grandes buques surubíes para alimentar a la población. Un grupo de amigos que juega al fútbol es reclutado a la fuerza y sus pesadillas se hacen realidad. Para el protagonista, divorciarse con su mujer y no jugar bien a la pelota no son problemas tan importantes.
Está ahí, presente, el Martín Fierro, en el régimen autoritario que define caprichosamente el destino de aquellos que no tienen poder o dinero para zafar. Ese acorralamiento autoritario tiene una premonición en el comienzo de la novela. El personaje principal sueña que dos tipos vestidos de azul lo van a buscar a su casa, y automáticamente pensamos en "El proceso" de Kafka. Luego, el enfrentamiento entre el hombre y la bestia, y por último esa reconciliación que vemos en las obras como "Moby Dick" o "El viejo y el mar", donde la conquista pasa a un segundo plano y lo que queda es la admiración y la identificación del hombre con la bestia, es decir la empatía.
Le dedicamos entonces esta V parte de “En rescate del Soneto” a Pedro Mairal, y desde este blog, recomendamos siempre todos sus textos y canciones. También le dedicamos los siguientes cinco sonetos de esta entrega
Mateo XXI, 19. (soneto XXI)
“Y al ver una higuera junto al camino, se acercó a ella, pero no halló nada en ella sino solo hojas, y le dijo: <Nunca jamás brote fruto de ti> Y al instante se secó la higuera.” Mateo XXI, 19.
Al fin lo tuve todo en un neceser:
el anillo, en Orodruin forjado,
las llaves de la puerta de Tannhäuser
a Beren, de Luthien enamorado.
Además tuve un amor vanguardista
aunque alguna vez me ganó el sueño.
En ese mundo onírico fui artista
siempre sin dios, y sin patria, ni dueño.
Vi caminos como estelas en la mar
escuché la canción desesperada,
con Altazor a Comala fui a gritar.
En Canterbury conocí el dilema
la vida en el castillo es desgraciada
pero nunca se escribirá el poema.
Cuenta impagable (Soneto XXII)
Sigo pagando por haber nacido
víctima de violencia de silencio,
teniendo puesto un pie siempre en el nido
dónde todo lo nombro y diferencio.
Soy un perro que no suelta el pasado
con su propio lenguaje confundido
en mi historia un personaje terciario
narrador que no pasa de testigo.
Pues me prohíbo entonces que mañana
mi historia no haya cambiado en nada.
Pues será obligatorio mutarme
buscando aquel lugar insensible,
de cuyo nombre no quiero acordarme
para que no te vuelvas imposible.
Inventario inefable (Soneto XXIII)
Reside en mi memoria un inventario
que tiene la firma de un enemigo,
a color, el retiro voluntario
es el cofre de una sombra, conmigo.
Un infierno cobarde de sábanas
una gota de lluvia en el futuro,
incontables lunas son las lámparas
un árbol asociado con un muro.
Los besos del deseo días vencidos
Seis tapones en el talón de Aquíles,
un armario donde arden los olvidos,
Inventario inefable de suspiros
quieren de a uno para odiar por miles,
hasta que llegue al fin la sangre al río.
Aliterado (Soneto XXIV)
Cansado de fugarse tras el viento
cabeza cabizbaja el caminante,
arrastrando va al arado harapiento
con la sangre seseando zigzagueante.
Revive recorriendo el recorrido
cuando hablaba abalaba alababa,
¿Qué le pasó? echó al fuego el anillo.
Iba al pasado cuando pestañaba.
Tuvo tiempo tenaz en el castillo,
ahora sufre de suspiros salados
en salas de salitas sin bolcillos.
Le hubiese gustado ser dos alados
y no pasar deshaciendo caminos.
Dos encontrados, perdidos y amados.
Al fin ebrio. (Soneto XXV)
Al fin ebrio luego de haber tomado:
Colectivos, caminos, ascensores,
tantas pastillas, y taxis helados
mangos de sartenes y decisiones.
Tomé hasta astas de toros insanos,
la última gota de la mejor poción
ministerios de trabajo y sus manos.
Tomé postura, partido, posición,
responsabilidad, concejos, nota,
muestras gratis, consecuencias y noción.
La consciencia tomé en copa rota,
quité las flores de plástico secas
para tomarme el agua del florero,
y al fin ebrio sin razón, de certezas.
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