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25 sonetos en el S.XXI (en rescate del soneto)-(Parte 4)

Foto del escritor: Batman de ComalaBatman de Comala

Actualizado: 28 may 2021

Esta anteúltima parte de “25 sonetos del Siglo XXI (En rescate del soneto)” quiero homenajear al escritor Argentino Juan Filloy, que además de ser el único escritor en vivir tres siglos, fue el que más sonetos escribió después de Petrarca. Le pertenecen más de 900 sonetos. Creo que él, cómo el resto de grandes escritores, entendió algo que es fundamental: la diferencia entre un científico o un historiador y un escritor literario. Esta radica en el objetivo que tienen estos al escribir, unos quieren explicar, describir, enseñar, mostrar la realidad o un aspecto de ella, los escritores quieren decir lo que ya se dijo pero de una forma distinta.

Cuenta J. R. R. Tolkien en “EL Silmarillion” que “Manwë y Varda amaban sobre todo a los Vanyar, los hermosos Elfos; pero los Noldor eran los amados de Aulë, y él y los suyos los visitaban con frecuencia. Grandes fueron los conocimientos y habilidades que mostraron, pero más grande aún era la necesidad que tenían de más conocimientos, y en muchas cosas pronto sobrepasaron a los maestros. Hablaban un lenguaje que no dejaba de cambiar, porque sentían un gran amor por las palabras y siempre querían encontrar nombres más preciosos para las cosas que conocían o imaginaban.” Este amor por las palabras y esa obsesión por nombrar distinto las cosas es la llama de la prehistórica tierra media que sigue viva en los literatos.

Pero hace tiempo que la moda en el arte es el parricidio, hacer arte sin parecerse a nadie, rompiendo con cientos de años, tal vez dos mil años, que dieron lugar a un árbol genealógico infinito de linajes incestuosos, donde gente muerta hacía centenares daba a luz a gente nueva, y esta gente nueva hacía que lo viejo parezca no tan inalcanzable. En todo caso es válido el planteo, todo el mundo quiere ser original, mas único de lo que ya es, pero para no parecerse a nadie, hay que leerlos a todos, porque sino, los que quieren ser todos distintos terminan siendo demasiado iguales entre sí. Esa es mi justificación para hacer estos textos.

Vuelvo al tema. Soneto viene del latín Soonaris que significa sonido. Pablo Neruda llamó a sus 100 sonetos de amor que dedicó a Matilde Urrutia, compañera “Sonetos de madera” confesando “Gran padecimiento tuve al escribirte estos mal llamados sonetos y harto me dolieron y costaron… bien sabía que al costado de cada uno, por afición electiva y elegancia, los poetas de todo tiempo dispusieron de rimas que sonaron como platería cristal o cañonazo. Yo con mucha humildad hice estos sonetos de madera, les dí el sonido de esta opaca y pura sustancia, y así deben llegar a tus oídos…de tales… vestigios construí con hacha, cuchillo, cortaplumas, estas madererías de amor y edifiqué pequeñas casas de catorce tablas para que en ellas vivan tus ojos que adoro y canto”. Esa sonoridad de la que Neruda era absolutamente consciente es por la que debemos pelear, leyendo, manteniendo vivo aquello que se creó para ser eterno. Les dejo mi anteúltimo quinteto de poemas quedando completados mis primeros veinte sonetos.


Gotas de fuego (Soneto XVI)

Se marchita en un frasco inconsistente

una flor de papel recubierta en miel

cascabel impaciente de serpiente

empujan gotas de fuego por mi piel.

El vértigo me ha anunciado el vuelo

los gritos que escarchan el corazón,

se le prendió la lamparita al miedo

y apagó fuera de mí toda emoción.

La razón vive de opacar fiestas los

borrachos vivimos tomando ilusión

mañana de la siesta despiértennos

renovaré espejismos de pasión.

Todo tiene su propio tiempo final

menos el silencio de nuestra canción.


Ajeno al arte del olvido (Soneto XVII)

Pasaron tantas cosas estos años

recorrí in memoriam siete mares

me amigué con los días de los padres

admití engañar los desengaños.

Me habitué por pensar estravagarios

a brindar en silencio por nosotros

dejé de ver pasar las horas rostros

comencé sobornando al calendario.

Otra vez las obtusas navidades

rimando el oleaje, navegando

aventurando ofertas en los bares.

Cambié un dolor por lo que ya no existe

llevo heridas como años celebrando

ser feliz a casi un tris de estar triste.

Ni casa o pido (Soneto XVIII)

Seguiré de pie sin orgullo, porque

se trata de eso, y no de mucho más,

me dedicaré a correr por el parque

inundaré mis ojos casi al final.

Al parecer te vas y yo me quedo

sin despojo, ni la gran perspectiva,

sin mover la cola porque no entiendo

cómo no hallo casa o pido en la vida.

Amaría robarme del manzano

el mundo que contiene tu palabra,

tal vez traerá más suerte ser el malo.

Que a tus exilios la puerta no se abra

construir el futuro, ser un mago,

que te quedes con un –abracadabra-.

El mar de los caídos (Soneto XIX)

"Si no luchas, ten al menos la decencia

de respetar a quienes sí lo hacen". — José Martí

Peor es tener resfriada el alma

se opaca esta impaciencia por verte,

como la risa de la muerte en calma

como no volver más a amanecerte.

Peor el gris ocupando la gama

que se sumen al mar de los caídos,

el verano que me llueve en la cara

y culpar del insomnio a los maullidos.

No es vida esperar a que las palabras

ocupen su lugar en los poemas,

es exigir que los cielos se reabran.

Las muertes actúan en las postguerras

más trágicas en sí, y más macabras,

llenan las libertades con cadenas.

Nosotros (Soneto XX)

Ya no tendré que olvidar esos labios

ni tirar manotazos de paciencia.

ni hacer menos tiempo, ni hacer espacio,

ni opacar el brillo de tus ausencias.

Mi cuarto sin sus otras perspectivas,

sin punto de fuga, y sin pasiones,

porqué si no estas en él no hay sonrisas

ni cuerpo ni parque de diversiones.

Ser desconocidos de la esperanza,

del destierro, del oro y la corona

sin tener prisas y sin pedir pausa.

Nos quedamos el uno para el otro

hasta siempre, mi primera persona

del singular será entonces: Nosotros.

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