
Hoy Mario Benedetti cumpliría sus primeros cien años. Digo sus primeros porque pese a que él se reivindicaba dentro de los poetas menores, se volvió eterno, canónico. Dejando siempre en claro que aspiraba a la belleza de la simpleza enunciada con elocuencia, terminó compartiendo el parnaso literario, y hoy se sienta en el olimpo de la literatura latinoamericana junto con Rulfo, García Márquez, Cortázar, Bolaños, por nombrar algunos, pero también junto a los que sí buscaron estar ahí de una forma muy consciente, y construyeron sus obras con una complejidad onírica y sobre la pesadez de la genialidad laberíntica, como Borges.
Lo complejo y lo simple son la grieta que divide aguas en los lectores latinoamericanos nacidos a mediados del siglo pasado. En Argentina la fundación de la disputa literaria se da en el Siglo XIX entre Federales y Unitarios, los federales representaban al interior, a lo popular, y los unitarios al proyecto republicano y capitalino. Aunque ambas facciones son el pináculo de la contradicción, lo que se suele decir en las aulas de las cátedras literarias es que se leen más a los unitarios porque escribían mejor. O sea, en sus letras existía una “mejor complejidad”. Las disputas entre Florida y Boedo ya en el Siglo XX son la actualización de esas mismas disputas. ¿Hay que revolucionar el arte y escribir de manera más encriptada, compleja, para ser puramente originales o hay que revolucionar a la sociedad y escribir de manera sencilla y simple, para que todo el mundo pueda entender y disfrutar del arte? Esta pregunta jamás se resolvió. Es posible que en los márgenes de apuntes de cualquier estudiante de literatura puede estar la frase que soltó algún profesor pedante: “Si te gusta Cesar Vallejo, no te puede gustar Benedetti”.
Y acá está el punto, Benedetti no se vuelve inmortal por su complejidad como Vallejo, o Girondo, o Pizarnik, sino por ser uno de los máximos exponentes de escribir de forma casi coloquial, con muchísima simpleza, pero deslizando siempre guiños de una profunda empatía humana y un agudo compromiso social.
Que se me entienda, cuando hablo de simpleza es en comparación a los otros poetas que mencioné, por dar algún nombre más: Neruda. Pero quien lo lee sabe que la simpleza era una fachada, siempre había un tesoro, un descubrimiento único al final del camino, y eso es lo que todo lector de Benedetti busca, transitar un camino lindo, y llegar a un lugar que se sabía desconocido y se creía imposible.
Para homenajearlo, voy a compartirles un fragmento del que considero su poema más extraño, tal vez más fuera de su zona de confort, “Preguntas al azar (2)”.
"¿para quién trabajás ahora que cayó tu anonimato
y el olvido profundo no se estila?
¿acaso tu desprecio es un seguro?
¿te encontrarás a salvo dentro de una seguridad tan frágil?
¿a veces te sentís necio en el pánico aunque sepas que nadie
va a hacerte lo que hiciste?
¿venís o te estás yendo? ¿hacia dónde?
¿hasta cuándo podrás con los fantasmas?
¿a dónde irás verdugo si no hay cielo?
¿te vencerán las alucinaciones?"
Mario Benedetti. Esto es lo más oscuro que pudo ser, y en el poema completo hasta puede notarse cierto esfuerzo por serlo. Sin embargo, las preguntas al azar que le siguen vuelven a tener un tono más fraternal. Creo que a Mario no le salían ciertas cosas en la poesía, como los Haikus de los cuales nadie rememora ninguno, y el tono oscuro que adquiere este poema no se encuentra ni antes ni después. Este poema es único, será siempre mi joya más preciada de todos sus libros y sus miles de versos, porque contrasta con el mar calmo de sus obras completas, que te lleva y te trae pero nunca tiende a tirarte del bote. Él, seguro no lo quiso así, pero si me preguntan voy a decir que toda la obra de Mario Benedetti es un disfraz del poema "Preguntas al azar (2)", un mar inmenso donde vive un monstruo difícil de encontrar. “Preguntas al azar (2) es Moby Dick, un monstruo que te sorprende y te destroza y uno no estaba listo para eso, no llegas a ponerte ni el salvavidas, pero eso está bien. Porque como dijo Mario alguna vez, “No te salves, ahora ni nunca”.
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